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Antes del éxodo masivo de septiembre de 2017, la minoría musulmana rohingya de Myanmar (Birmania) era alrededor de un millón, en un país donde más del 90 % de la población es budista. La mayoría de los rohingyas vive en el noroeste, muchos en campos de refugiados. Son apátridas, ya que Myanmar les ha negado la ciudadanía desde 1982. Los rohingyas son ampliamente discriminados. Su libertad de movimiento está restringida. Se considera una de las minorías más perseguidas del mundo. En 25 de agosto de 2017, el ejército de Myanmar lanzó operaciones en el estado de Rajine que obligaron a más de 740 000 personas de esta minoría étnica a huir de sus casas y poblados. La brutal campaña se caracterizó por las atrocidades generalizadas, que un equipo de investigación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha declarado como crímenes de lesa humanidad e intento de genocidio. A pesar de la indignación internacional y de la adopción de una resolución del Consejo de Derechos Humanos de la ONU para pedir que se rindan cuentas en Myanmar, los generales que supervisaron los ataques contra la población rohingya siguen en sus puestos. Los que pudieron huir de la pesadilla de los militares de Myanmar, viven en otra drástica situación en Bangladés. Donde, ahora, son más de 910 mil las personas que viven en campos de refugiados en los que a menudo se les niegan derechos fundamentales. El Gobierno bangladesí les impone severas restricciones: no pueden trabajar ni circular libremente, y sus niños y niñas no pueden asistir a la escuela. Pero, aún así, los refugiados prefieren seguir en Bangladés, porque saben que al otro lado de la frontera les espera algo peor. Este domingo, que es el segundo aniversario de su masivo éxodo, los refugiados rohingyas en Bangladés tienen planeada una protesta masiva para denunciar su situación y exigir justicia.
Fuente: Hispantv